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Manizales, Caldas, Colombia
Poeta, ensayista y periodista cultural. Ha publicado el cuadernillo Palabras en el purgatorio y los libros de poemas Palabras de la Tribu, Los Amigos Arden en las Manos y Noticias del tercer Mundo. Sus poemas hacen parte de antologías en México, Uruguay, Chile, Argentina y Colombia. Ha obtenido los Premios Nacionales de Poesía “Descanse en Paz la Guerra” Casa de Poesía Silva y "VI Premio de Poesía Carlos Héctor Trejos". En la actualidad hace parte de la mesa directiva de la Fundación Literaria Orlando Sierra Hernández y coordina el Área de Literatura de la Secretaría de Cultura de Caldas.

martes, 30 de agosto de 2011

RAÍCES DEL VIENTO. Cinco poetas jóvenes colombianos


   Existen nombres en la poesía colombiana que se reafirman con el tiempo como los mejores exponentes de nuestra poética a finales del siglo XX y continúan edificando un universo literario en este nuevo siglo, sin embargo los nuevos nombres no tardan en aparecer y crecer paralelamente al de los grandes de nuestra escritura. Estos jóvenes empiezan una trayectoria vital a través de la palabra y optan por crear universos personales donde puedan expresar y confrontar sentires, ideas, dolores, ausencias y hallazgos.

   En la antología Raíces del viento, que publica en su número 19 de poesía la Editorial Cuadernos Negros bajo la coordinación y asesoría de escritor Umberto Senegal, son cinco los poetas que amplían el espectro poético colombiano. 

   Inicia Jorge Valbuena (1985) quien aya ha publicado libros de poesía como Presos (2008) y Péndulos (2010), sus poemas destacan por una búsqueda entre lo narrativo y el lenguaje llano, búsqueda que no lo aleja de las poéticas más contemporáneas y lo dejan expresar su observación –casi obsesiva- de su pequeño mundo. 
    Nos encontramos después con la voz poética de Jenny Bernal (1987) en cuya obra iniciática su lenguaje explora la brevedad, el coloquialismo y la duda para dejarnos frente a poemas duros, angustiosos, desesperanzados, tal vez un reflejo del cosmos que se escapa tras el rabillo del ojo. 
   Aparece Helman Pardo (1978) quien en 2008 publicó La tentación inconclusa y quien advierte en su textos poéticos un intimismo capaz de sobresaltar al lector, son sus poemas espejos para una generación que se busca y se pierde con la idea de dejar unas huellas que tal vez nadie siga. 
   De nuevo una mujer muestra su trabajo en la antología se trata de Leidy Bibiana Bernal, conocida por su trabajo de editora y minicuentista en el país cuyo primer libro de poemas Silencio de Hadaverde (2007) es un recorrido por la poesía breve. Y quien en esta antología deja ver una búsqueda por la poesía pura, por la sensibilidad en cada palabra, alejándose de la poesía narrativa o coloquial y devolviéndole a las palabras gracia y música. 
   Terminamos el recorrido con el joven poeta Henry A. Gómez (1982) quien nos deja ver textos herméticos, llenos de imágenes fuertes, de búsquedas interiores y gritos que despiertan al lector.

Existe en Raíces del viento nuevos nombres llenos de trabajo con la palabra, de muchas lecturas, de reconocimientos, de talento y de esperanza -por parte de los lectores- en un nuevo mapa poético colombiano. Leamos una muestra.

El rastro concebido


El deber de las cicatrices
Es salvarse a así mismas
Perpetuar sus abismos
En la tempestad de la memoria
El dolor es espejismo
Que traza el pincel de las horas
El voraz secreto que respira en el fuego
Los del tizón que nos despoja
Los adornos
No te nombro
Por ello no te nombro
Ahora que mi deber
Se confunde con el de las cicatrices
Y acaso
Con el de las heridas abiertas


Jorge Valbuena


LA CASA


Bienvenido a esta casa
su casa
aquí se respira el frío hiel
de ese aliento ausente.
Bienvenido a esta casa
de enojos y lágrimas
bien pueda siéntese donde sus pasos se agoten
donde su piel se seque,
la casa ha cambiado un poco
-usted perdone-
Pero he evitado pintarla
Para que las grietas del tiempo
Le regalen un poco de ese matiz familiar.


Es la misma casa no se asuste
esa misma que construimos hace tiempo
esperando estar lo suficiente mente solos
para habitar en ella.


Jenny Bernal


Elementos del desterrado


II
Para qué darte la tierra
si se desliza como un oscuro nacimiento
y todo es un desbarrancadero entre las chozas.
A qué nombrar los pies andrajosos
después del temblor, la sangre y las cenizas.
Para qué ese largo galope, ese estremecimiento
si todo es más pesado en las suturas de sus manos.


Ciudad abajo emerge la zozobra.


Hellman Pardo

De la noche


La miseria no tiene
Ojos que la expliquen.
Su voz espera la tarde
para llover,
su voz que no existe
anochece y llega.
Miseria muda,
sin ojos,
ojos miserables y mudos
que todo lo dicen con el silencio
de la tarde
y de la noche.


Leidy Bibiana Bernal


El adiós


I


En la tarde,
las semillas del diente de león,
vulneradas por el viento,
se disipan
como limadura de espejo
en la memoria.
Atrás queda la página en blanco,
la mirada imposible, lo que ya no despierta.


Henry Alexander Gómez




RAÍCES del viento. Cinco poetas jóvenes colombianos. Editorial Cuadernos Negros. Calarcá. Quindío. 2011.









miércoles, 24 de agosto de 2011

Borges El Inmortal. 112 años de su natalicio



POEMA DE LOS DONES
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.
Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.
Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.
Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?
Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.
Jorge Luis Borges, 1960